VOLADIZOS VOLÁTILES
Casa Breuer nº 2.
Marcel Breuer
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Breuer, para su segunda casa americana, quería tal vez cambiar
algunas cosas que no le gustaban de la primera, construida diez años antes. La
localización de la nueva casa en el lujoso vecindario de New Canaan le
permitía, por ejemplo, dejar de tener como vecino a Gropius, con quien había
roto en 1941. Además, Breuer quería una casa flotante, separada del húmedo
suelo y que, como el puente de un barco, se elevase sobre el terreno y tuviese
amplias vistas, abiertas al paisaje circundante. Para ello, colocó sobre un
zócalo de hormigón una casa de madera, en forma de prisma rectangular alargado
con voladizos en sus extremos de tres metros.
El problema surgió cuando de uno de esos voladizos quiso
colgar otro voladizo, una terraza sustentada por cables, con una longitud de 3,60 metros . Esta
terraza es una especie de versión a escala doméstica del impresionante voladizo
atirantado del proyecto no realizado de Hannes Meyer para la Peterschule de
Basilea, que Breuer admiraba. Los voladizos, por otro lado, juegan un
importante papel en los diseños de muebles tubulares que hizo Breuer en los
años veinte.
En esta terraza vemos a Constance y Marcel Breuer, ambos
sonrientes. Breuer estaba de vuelta de Sudamérica, y parece el confiado y
orgulloso capitán en la cubierta de su barco, sentado a la mesa con una bella
pasajera, que se protege del sol con un sombrero chino. El paisaje que se
domina al fondo, en lugar del azul del mar, es de verdes praderas.
Aunque la terraza era una
estructura muy ligera, con antepechos y suelo de simples tablones de madera,
acabó arrastrando en su deformación a las paredes, techo y suelo de ese extremo
de la vivienda. Los daños obligaron a apuntalar los dos voladizos, el del
extremo de la caja de madera y el de la propia terraza, con sendos muros de
mampostería. El barco ya no flotaba, sino que finalmente había encallado en las
rocas.