UNA TERRAZA EN HELSINKI

Casa del arquitecto. Munkkiniemi, Helsinki. 1934-36

Alvar Aalto



En un día soleado de 1936, una niña de once años se apoya en la barandilla de la terraza, hecha con troncos de madera. Ha dejado su muñeca sobre una tumbona. Su padre lee el periódico sentado en una butaca. Unas enredaderas han empezado a crecer por la pared. Si localizamos en el plano de la planta primera esta terraza, vemos que, más que un balcón, es un patio abierto al jardín, protegido de los fríos vientos por paredes, en tres de sus lados.
La niña se llama Johanna, el padre es Alvar Aalto, y la terraza es la de su casa y estudio, situada en Munkkiniemi, un barrio residencial de Helsinki. En 1934, cuando comenzó su construcción, Aalto llevaba diez años casado con Aino Marsio, también arquitecta, y gozaba ya de reconocimiento internacional. El año anterior había inaugurado el Hospital de Paimio, había participado en el congreso CIAM de Atenas y exponía sus muebles en Londres, Zurich y Milán.
La casa de Munkkiniemi, primera casa propia del arquitecto, es una especie de laboratorio de arquitectura, en el que se ensayan, a pequeña escala, muchas ideas desarrolladas después en Villa Mairea. Una de estas ideas es la de olvidarse de las tersas superficies blancas del estilo internacional en favor de las superficies texturadas. Las paredes con acanaladuras verticales, como las que vemos en la terraza, pasarán a ser un invariante de la arquitectura de Aalto. Este tipo de paredes con relieve, además de tener la no desdeñable función de disimular las imperfecciones o las grietas, responden a la luz solar de un modo más rico que las paredes lisas.
Esto es algo que ha visto claramente el autor de la foto, hecha desde la cubierta de la casa. Nos gustaría pensar que, tal vez, la hizo Aino, con mirada doble: la de la mujer que retrata a su marido y a su hija relajados al sol, y la de la arquitecta que ha visto cómo unos mínimos salientes verticales, como los delgados perfiles tubulares superpuestos a la pared, pueden arrojar sombras sobre toda una fachada.



Addenda 2016
He visitado la casa de Munkkiniemi en marzo, con Helsinki nevado. 
Es una casa extraordinaria, habitable, amable, donde se podía vivir y trabajar a gusto. 
En la terraza, por los perfiles adosados a la fachada han trepado las plantas.